MARCHARSE

¿Cuándo es el momento de abandonar algo?

No debemos hacerlo para ser felices, porque la felicidad ocurre en nuestro cerebro y queremos estar a cargo de ella, en vez de supeditarla a que cambien nuestras circunstancias.

Tendemos a pensar que cuando algo termina, alberga un fracaso. Relaciones, carreras o trabajos pueden finalizar y ser un éxito.

Lo primero, encontremos nuestra felicidad. Y marchémonos, no para ser felices, sino simplemente porque queremos. Es nuestra vida. Decidimos qué hacer con ella. No tenemos que justificarnos ante nadie.

Notaremos que queremos dejar la relación para ser felices, si tenemos prisa. En ese caso, hay trabajo que hacer, antes de dar el paso. La urgencia, es por desprendernos del dolor. No hace falta cambiar nada. Podemos modificar nuestra forma de pensar al respecto.

Cuando nos marchamos despacio, con cariño y comunicación, honramos a la otra persona y nuestros compromisos, sin tener que destrozar algo para dejarlo.

Quizás la pregunta correcta sea:
– ¿Cómo saber si deberíamos quedarnos y trabajar en nuestra mente, o si estamos listos para partir?

Debemos asegurarnos de que nos gusta la razón por la que hacemos lo que hacemos. Y no para manipular el exterior y sentirnos bien, persiguiendo el chute de dopamina.

Es recomendable no actuar impulsivamente, y procesar la emoción antes de abandonar.

Si nos quedamos para hacer feliz al otro, o por nuestros hijos, sacrificando lo que queremos nosotros, no debemos mentirnos sobre ello. Puede ser que nos gusten nuestras razones. Pero si nos mentimos a nosotros mismos, el resentimiento terminará estropeando la relación.

Otra mentira que nos decimos es que no podemos marcharnos. Claro que podemos. Siempre podemos.

A veces nos da miedo reconocer que queremos partir, porque pensamos que entonces, tendremos que hacerlo. No tenemos que hacer nada que no queramos.

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#despedida #relaciones #ansiedad #ruptura

PENSAMIENTOS PUENTE

En el proceso intencionado de sustitución de un pensamiento por otro, hay un momento en el que en nuestra mente, conviven dos pensamientos contradictorios.

Esta situación nos produce malestar; así es cómo la reconoceremos. Hay una disonancia cognitiva.

Por ejemplo, si durante mucho tiempo he pensado que soy una persona que no puede perder peso, cuando cambie mi pensamiento a -puedo perder peso-, seguramente mi mente no se lo creerá. Y además, me encontraré fatal pensando que tengo que creérmelo, cuando en mi experiencia, no he conseguido perder peso de manera definitiva nunca.

Todo esto es normal. Esa disonancia cognitiva es el precio que hay que pagar para crecer, cuando nos proponemos nuevos retos.

Sin embargo, hay un proceso para ayudarnos a pasar de un pensamiento a otro sin tanto drama.

Se trata de utilizar, para la transición, otros pensamientos intermedios que hagan de puente, y que nos resulten creíbles, a la vez que nos van acercando al pensamiento que creará nuestros resultados.

En el caso del ejemplo, podemos utilizar un pensamiento puente del tipo:
– Los seres humanos pueden perder peso, y yo soy un ser humano.

Si nos resulta creíble, ensayaríamos este pensamiento durante un tiempo, hasta que lo hagamos nuestro y nos sintamos preparados para dar el siguiente paso, con otro pensamiento puente, que podría ser:
– Estoy abierta a la posibilidad de pensar que como ser humano, puedo perder peso.

Y así seguiríamos con el proceso, hasta aterrizar en nuestro pensamiento objetivo.

Cuando nos creamos que podemos perder peso, encontraremos la manera de hacerlo, y crearemos así nuestra nueva realidad.

#ansiedad #objetivos #adelgazar #emociones

EL TELESCOPIO

Existen dos tipos de preocupaciones: las que se refieren a eventos reales, y las que versan sobre acontecimientos hipotéticos.

Podemos resumirlo en la conocida cita de Shantideva:
– Si puedes solucionar tu problema, ¿qué necesidad hay de preocuparse?
Y si no puedes solucionarlo, ¿qué utilidad tiene preocuparse?

Distinguir el tipo de preocupación frente a la que nos encontramos es importante.

En el primer caso, podemos centrarnos en solucionar el problema, más que en preocuparnos.

En el segundo (normalmente situado en un futuro lejano, y resultando bastante improbable), nuestro trabajo estará en investigar y confrontar la -horrible verdad- que pensamos que yace en el corazón de nuestra preocupación.

No siempre es fácil, especialmente cuando nos encontramos atrapados en las redes de la preocupación y luchamos por tener acceso a la sabiduría que nos ayude a distinguirlas.

Para complicar más las cosas, hay veces que nuestra preocupación tiene ambas componentes, real e imaginaria. Pero merece la pena esforzarnos en diferenciarlas, puesto que el enfoque preciso será distinto.

La preocupación tiende a usar un telescopio hacia el futuro, de manera que un evento real evoluciona hacia uno hipotético o imaginario.

Veamos algunos ejemplos.

Puede que nos resulten hasta cómicos, aunque más de uno nos sonreiremos al reconocernos en situaciones parecidas.

– Tengo que recoger a mi pareja en el aeropuerto y me preocupa cómo llegar hasta allí. Después de sacar el telescopio, me preocupa que pueda haber un atentado terrorista.

– Mi madre llega tarde del trabajo y me preocupo porque tengo entradas para ir al cine. Tras usar el telescopio, temo que haya sufrido un accidente de coche.

– Tengo fiebre y me preocupo porque me encuentro fatal. El telescopio me traslada a un escenario en el que muero de covid sola.

– He perdido mi contraseña de banca por internet y me preocupo porque no tengo acceso al dinero. Con el telescopio veo cómo me han hackeado la cuenta y desplumado.

– Mi vecino es ruidoso, y me preocupa no poder descansar. Con el telescopio mi piso queda devaluado y nadie querrá comprarlo nunca. Tendré que quedarme allí siempre.

#preocupación #ansiedad #covid

LA LISTA NEGRA DEL NUEVE DE OCTUBRE

Éste es un post muy personal.

Cada año, en mi cumpleaños, sigo un ritual.

Se trata de ir apuntando en un trozo de papel, el nombre de las personas que me felicitan. La lista blanca.

Al final del día, lo repaso y hago el negativo, es decir, apunto en otro papel el nombre de las personas cuya felicitación espero y no ha llegado. La lista negra.

Hasta ahora me contaba a mí misma que era una manera de evaluar cómo estaba mi entorno cercano, mis relaciones.

Fui viendo con tristeza cómo mis abuelos se iban olvidando de las fechas conforme se hacían mayores. Algunos amigos dejaban de felicitarme cuando nuestros caminos divergían.

Porque yo siempre me acuerdo de los cumpleaños de la gente que me importa, me decía a mí misma. Porque hay amigos con los que apenas hablas, pero se acuerdan de ti una vez al año, el día de tu cumpleaños. Si no se acuerdan ni siquiera de ti ese día, mala señal. Yo le daba el significado de que la relación empezaba entonces a dejar de existir.

Pero no todo era malo. Me escudaba en la alegría que me provocaba recibir las felicitaciones de mi gente de toda la vida, de mis incondicionales, y de aquellos amigos, que pese a que la vida nos habría alejado, seguían acordándose de mí ese día especial.

Este año, como podéis imaginar, no habrá tal lista. Y si la hay, no la usaré en mi contra. El hecho de que alguien me felicite, no quiere decir que no me tenga presente en su vida.

Puede simplemente haberse olvidado. Puede que no dé ningún significado a felicitar los cumpleaños. O puede que no me tenga presente, pero que siga conservando intacto el cariño hacia mí.

O puede que sea así y, efectivamente, no me quiera en su vida.

Mis emociones dependen de mis pensamientos. No de listas, ni de que los demás me demuestren afecto.

Este año voy a practicar una elección consciente, como repaso y evaluación de mi situación.

Pensaré en todos a los que quiero yo.

¿¡Qué mejor regalo!?

#emociones #ansiedad #cumpleaños

4 PREGUNTAS

Quizás tengamos alguna circunstancia en nuestra vida que nos incomode, que nos suponga un conflicto con alguien cercano, alguna situación en la que reaccionemos de una forma que no nos gusta, o en la que nos sintamos fuera de control.

Es posible que queramos hacer algo al respecto.

Lo primero, es identificar el pensamiento que estamos teniendo. Darle caza.

Podemos acercarnos al trabajo de Byron Katie y plantearnos las siguientes cuestiones:

– ¿Puedo estar absolutamente seguro de que esto es verdad?

– ¿Cómo reacciono?

– ¿Qué ocurre cuando me creo este pensamiento?

– ¿Quiénes seríamos sin este pensamiento?

Por ejemplo, tengo un viaje planeado a Dubai, a ver a mi primo y a su familia. En marzo tuvimos que cancelarlo; volábamos justo el día en el que comenzó el encierro.

Imaginemos que me diera miedo viajar, dadas las circunstancias.

Busco entre mis pensamientos y me doy cuenta de que siento miedo porque pienso: alguno de nosotros va a enfermar de covid durante el viaje.

Contestando a las 4 preguntas:

– No puedo estar segura de que alguno de nosotros vaya a enfermar. Puede que no suceda.

– Reacciono con miedo y ansiedad, pensando en todo lo malo que puede ocurrir.

– Cuando me creo que vamos a pillar el covid, actúo como si ya alguno de nosotros estuviésemos enfermos, pensando en cancelar el viaje, dejando de hacer estas escapadas que nos encantan y en las que todos disfrutamos.

– Sin este pensamiento, sería alguien libre, capaz de disfrutar el momento, sin dejar de llevar cuidado. Sería alguien que viajaría.

Una vez hecho el trabajo mental, ¡aquí estamos, Dubai!

#ansiedad #byronkatie #emociones #covid #dubai🇦🇪

IRA

Muchos de nosotros sentimos rabia ante las injusticias. Consideramos que nuestro enfado está justificado, porque tenemos pensamientos del tipo:
– Esto no debería haber ocurrido.

Inmersos en la ira, no somos capaces de ver más allá. Aunque queramos ser más comprensivos y salir de la espiral, no podemos. Incluso cuando hemos identificado el pensamiento que nos causa el enojo, nos cuesta, porque nuestro cerebro insiste en hacernos creer que es útil y necesario proyectarlo hacia lo que provoca la injusticia.

Cuando hemos conseguido salir del estado obsesivo de enajenación, a veces nos damos cuenta de lo desproporcionado de la situación. Tal vez, alguien que nos observa desde fuera, nos lo diga:
– No hagas caso, pasa del tema. No merece la pena.

Pero si no hemos salido del enojo, puede que estemos en el lugar en el que la venganza tiene sentido. Si tú me das una injusticia, yo te respondo con otra, ¿no?

A lo mejor un niño en el cole ha insultado a nuestro hijo, y nos apetece ir a explicárselo, en plan madre chunga. Luego hasta nos reimos, de lo ridículo que nos parece, una vez hemos recuperado la claridad mental. Menos mal que sabemos pararnos antes de reaccionar.

Decía Aristóteles que en la ira hay, a la vez, dolor y placer. Y es que cuando alguien hace algo que nos duele, preferimos sentir enfado a sentir tristeza. Puede que por la ilusión de poder frente a la aparente debilidad.

Pero, ¿de verdad nos es útil la ira?

Las espirales de ira consumen mucha de nuestra energía. Puede que estemos acostumbrados a las ansiosas y sintamos que las vorágines rabiosas nos desgastan aún más, si cabe.

Si nuestra pareja nos engaña y reaccionamos frente a la rabia, chillaremos, insultaremos, romperemos objetos. Nos haremos daño a nosotros mismos y a nuestras familias. ¿Nos sirve de algo dar un puñetazo a un vidrio y cortarnos?

Quizás queramos ver la ira como la chispa (que sólo tiene que durar un instante y no es perpetua) que crea un sueño. El indicador, el golpecito en el hombro que nos llama la atención hacia algo que no está bien, para que intentemos cambiarlo. Pero desde otra emoción que nos lleve a construir algo bueno.

#ira #rabia #ansiedad #emociones

MANIPULACIÓN

La manipulación emocional es el intento de controlar lo que alguien siente, alterando lo que piensa y cree.

Es posible que alguien nos diga lo que quiere que pensemos, lo que piensa de nosotros, o nos presente un hecho como si se tratase de una verdad, esperando que la adoptemos en nuestros pensamientos.

Si lo hacemos, nos sentiremos como esa persona quiere que lo hagamos.

Y todo esto, con el objetivo de controlar cómo actuamos, ya que nuestros pensamientos provocan nuestras emociones, y en ellas basamos nuestras acciones.

Normalmente ocurre de manera inconsciente. Renunciamos sin darnos cuenta a la responsabilidad sobre lo que hacemos. Y muchas veces, le echamos la culpa a la otra persona, al manipulador, lo que nos genera mucha emoción negativa innecesaria.

Alguien que manipula utilizando la culpa nos dirá que si no lo llamamos por teléfono, se apenará. Pone en nosotros la responsabilidad de sus emociones (¿A alguien le suena: hijo, si te portas mal, mamá se pone triste?).

Es imposible que seamos responsables de las emociones de los demás. Cada cual causa sus emociones con sus propios pensamientos, que no se nos olvide.

También se manipula utilizando el miedo; podemos recordar la típica amenaza infantil: si no haces esto, no seré más tu amigo.

Los manipuladores no son tan listos. La mayoría de las veces no son conscientes de lo sofisticado del proceso.

Para evitarlo, sabernos responsables de nuestros pensamientos. Los demás, libres de pensar como quieran.

Reconoceremos si somos manipulados porque sentiremos culpa o enfado.

Sabremos si somos manipuladores, si nos sorprendemos intentando cambiar a las personas, para sentirnos mejor. Es nuestra responsabilidad, y más fácil controlar cómo nos sentimos, que modificar el comportamiento de nadie.

Podemos ser compasivos ante los manipuladores, y darnos cuenta de lo que hacen para sentirse bien.

Y podemos sentar límites para protegernos cuando sea necesario.

También podemos intentar lo opuesto a la manipulación: la influencia positiva, ayudando a los demás a gestionar su mente para cambiar lo que sienten y hacer lo que más les sirva en su propósito.

#manipulación #ansiedad #influencia #depresión

REGLAS SOBRE LA PREOCUPACIÓN

Si queremos empezar a desmontar las creencias que tenemos sobre la preocupación, el primer paso es identificarlas. No resulta sencillo, porque nos parecen verdades absolutas. Puede que nos hayan acompañado gran parte de nuestra vida.

¿Pensamos tal vez, que la preocupación nos va a volver locos?

¿Perderemos el control si no mantenemos la preocupación bajo registro?

¿Creemos no tener control sobre nuestras preocupaciones?

¿Quizás la preocupación hace que ocurran cosas malas?

¿Pensamos que la preocupación nos ayuda a solucionar problemas?

¿Estamos convencidos de que la preocupación nos ayuda a motivarnos?

¿Al preocuparnos, nos preparamos para cuando ocurran acontecimientos dolorosos?

¿Nos preocupamos para evitar que pasen cosas malas?

Al preocuparnos, ¿demostramos que nos importa aquello por lo que lo hacemos?

¿Creemos que si nos preocupamos por cosas buenas, entonces no sucederán?

O al revés, ¿pensamos que si nos preocupamos por cosas malas, entonces ocurrirán?

¿La asociamos a la importancia? ¿Si nos preocupamos, entonces el asunto es importante?

¿Creemos que si pensamos en algo, debemos hacerlo hasta dejarlo resuelto, sin dejar cabos sueltos?

¿Pensamos que debemos resolver el problema, ahora mismo y perfectamente?

Tal vez queramos identificar cuáles son nuestras propias reglas sobre la preocupación, y empezar a cuestionárnoslas. Iremos poniendo ejemplos concretos que nos ayuden a desmontarlas una a una.

#preocupación #ansiedad #depresión

VICTIMISMO

Es posible que no nos demos cuenta de que tenemos mentalidad de víctima. Seguramente no nos presentemos diciendo:
– ¡Hola, soy una víctima!
Incluso puede que nos consideremos personas capaces y fuertes. ¡Por supuesto que no somos victimistas!

Sin embargo, podemos preguntarnos:
¿Solemos culpar a los demás, y creemos estar explicando el porqué de nuestra desdicha?
¿Pensamos que si tan sólo nuestra pareja, o nuestro jefe, hiciera esto o lo otro, no estaríamos quejándonos?
¿Creemos que nuestro discurso está justificado?
¿Hay alguien que nos provoque dolor o problemas?
¿Somos la víctima de nuestro relato; quizás contamos que alguien nos ha hecho algo?
¿Nos reconocemos pensando: pobre de mí, nos autocompadecemos y nos sentimos atrapados en una espiral penosa?

Si nos hemos puesto a la defensiva, o si hemos pensado que qué sabrá nadie sobre nuestras vidas, es posible que estemos adoptando un rol victimista.

Cuando encontramos la causa de nuestros males en los demás, les estamos entregando todo el control sobre nuestro estado emocional. Renunciamos a cualquier responsabilidad relacionada con nuestro sentir, por la existencia de poderosos villanos en nuestras vidas. Y a quienes precisamente, entregamos todo ese poder.

Naturalmente, nos sentimos impotentes y desamparados.

Considerarnos víctimas no es un signo de debilidad, sino un patrón que hemos establecido inconscientemente en nuestro cerebro, y que afecta a nuestra vida.

Puede que a partir de ahora queramos responsabilizarnos de nuestras emociones, examinando nuestros pensamientos y reconociendo que nosotros mismos las creamos.

La próxima vez que alguien haga algún comentario desagradable sobre nosotros, podemos elegir pensar que retrata a su dueño, y que no procede de un espacio positivo. Podemos sentir compasión y no hacer nuestro el comentario.

O incluso podemos intentar encontrar algo de verdad en el mismo. Si nos han dicho que somos desconsiderados, probablemente podamos encontrar por qué lo somos. Si aceptamos las partes de nosotros que no son perfectas, conservamos nuestro poder; nada puede ser utilizado en nuestra contra si simplemente admitimos que todo es verdad.

#victima #emociones #ansiedad

GENEROSIDAD

Cuando era pequeña, me sorprendía cuando mi abuelo, sin decir nada, pagaba la cuenta a gente en los restaurantes o en las cafeterías donde desayunaba.

Somos generosos cuando damos más de lo que se nos requiere o supone, sin esperar nada a cambio.

Si nos sentimos generosos, estamos hablando de una emoción. Habremos tenido previamente pensamientos del espectro de la abundancia. Y actuaremos consecuentemente.

Tenía una compañera en el trabajo muy generosa. Siempre daba lo que tenía y más; traía raciones enormes de dulces por su cumpleaños y se desvivía por agradar. Sin embargo, casi cada vez que coincidíamos, se quejaba de que los demás no respondieran igual con ella. Te decía que había hecho tal cosa y que no le habían dado ni las gracias.

Su experiencia comenzaba con la alegría de dar, pero terminaba con resentimiento.

Y es que la clave está en ese no esperar nada a cambio.

Cuando damos algo, ¿por qué lo hacemos? ¿Queremos obtener otra cosa, quizás algo material?¿Reconocimiento o agradecimiento? ¿Manipular el comportamiento del otro? ¿Que no se enfade? ¿Que se alegre? ¿Que nos deba una?

Tal vez nos interese reflexionar sobre estas cuestiones y decidir si queremos experimentar el placer de la auténtica generosidad.

Cuando la persona a la que hemos dado algo reacciona de una manera inesperada, por ejemplo, no agradeciéndonos el haber pagado la cuenta o incluso exigiendo más, abandonamos nuestro estado de emociones positivas, para pasar al de emociones negativas.

En este caso, quizás podamos reevaluar nuestro proceso mental, en vez de pensar que es la otra persona la que lo ha hecho mal.

Dejemos que los demás sean libres, y elijan cómo actuar. Y no permitamos que el comportamiento de nadie cambie quienes queremos ser nosotros en el mundo.

La abundancia genera más abundancia. Si creemos que tenemos más que suficiente para dar, nos mostraremos en consonancia y atraeremos todo esto hacia nosotros. Podemos ser generosos con nuestro dinero, pero también con nuestro tiempo, energía, amabilidad y consideración.

La foto es de la boda de mi tía Esther, personalización de la generosidad, como buena hija de mi abuelo.

#generosidad #emociones #ansiedad