BAILAR BAJO UNA LLUVIA DE EXTRASÍSTOLES

En lo que respecta a las extrasístoles, se trata de aprender a bailar bajo la lluvia.

Pensamos que -tenemos que curarnos-, que tienen que desparecer, que el médico de cabecera o el cardiólogo tiene que darnos algún tipo de remedio o medicación para que nuestro corazón deje de dar esos brincos locos de patrón irregular que nos llevan de cráneo… en definitiva, que la tormenta debe amainar, y sí, lo hará, pero no hasta que hayamos aprendido a bailar bajo la lluvia.

Y esto quiere decir aprender a estar tranquilos sintiendo extrasístoles a todas horas, día y noche, siendo capaces de continuar con nuestras vidas funcionando y a pleno rendimiento.

Antes de que el temporal que se está produciendo en el exterior, cese, debemos hacer el trabajo de controlar nuestra tormenta interna. Cuando en nuestro interior, las cosas se relajen, veremos el reflejo en el exterior, y las extrasístoles, también lo harán.

Llegar a esa paz es nuestro cometido. Y debemos buscarla sin prisa, aceptando la situación (que hoy por hoy es la que es, con extrasístoles e inmersos en profundas emociones de miedo y tristeza), soltando, intentando dejar de controlarlo todo y en especial nuestro cuerpo, nuestras sensaciones físicas y nuestras emociones en curso, haciendo lo que tenemos que hacer en cada momento sin que nuestra mente nos robe el presente y se escape hacia potenciales futuros catastrofistas en los que las extrasístoles nos terminan matando o sumiendo en una profunda depresión.

Éste es el camino, ocuparnos ahora de poner en nuestra mente los pensamientos que nos van a ayudar a construir poco a poco, y paso a paso, sin preocuparnos por el resultado final, que llegará sólo, y será un éxito seguro.

LA LOCURA DE LAS EXTRASÍSTOLES

Creo que puedo decir que gran parte de los que vivimos con extrasístoles, nos hemos preguntado en alguna ocasión si estamos en nuestro sano juicio. Cuando los pensamientos que rondan constantemente nuestra cabeza son monotemáticos, y se nos antoja estar rozando la obsesión, la sensación de pérdida de control es absoluta, y la realidad parece alejarse de nosotros.

Por otro lado, es precisamente el patrón aleatorio de nuestras extrasístoles, lo que nos genera pensamientos catastrofistas, y consecuentemente, un absoluto desasosiego.

Querríamos entenderlas. Querríamos predecirlas. Y por supuesto, querríamos poder controlarlas.

Si nuestro cuerpo fuera el mundo, la vida real, las extrasístoles serían esos locos que lo pueblan. Y por supuesto que nos asustan, porque como dice Tim Burton, esa completa exención de las convenciones sociales, es lo más aterrador que podemos imaginar. Sabemos que una persona en su sano juicio no va a atacarnos, pero, ¿qué puede hacer una persona que vive en un delirio continuado? No tenemos ni la más remota idea de cómo puede comportarse cuando nos crucemos con ella, y nuestro cerebro, en su afán protector, identifica en el sujeto, una potencial amenaza.

Nuestro trabajo será cuestionar esos pensamientos. ¿Acaso todas las personas cuya mente divaga en una realidad paralela son agresivas? ¿Qué posibilidad real hay de que nos agredan? Las estadísticas nos mostrarán una probabilidad ínfima. Seguramente ni siquiera interaccionaran con nosotros en el hipotético caso de que nos cruzásemos en una calle.

Lo mismo ocurre con las extrasístoles. ¿Qué posibilidad real existe de que nos hagan daño? Una tan minúscula que resultaría ridícula. Podemos elegir dejar de verlas como una amenaza. ¿Por qué? Pues porque si no, los que acabamos presos de la locura y viviendo en una realidad delirante somos nosotros mismos. Nosotros terminamos siendo nuestra peor amenaza.

POSIBILIDAD INFINITA EN LAS EXTRASÍSTOLES

Y no hablamos de la posibilidad de que las extrasístoles desaparezcan, que también. No seré yo la que diga que algo no es posible. Aunque cuando me pedís opinión, siempre digo que bajo mi punto de vista, llegan para quedarse, y no desaparecen. Pero sí creo que son capaces de abandonarnos durante largos períodos de tiempo, pudiendo contarse por años, para algunos afortunados.

Pero no me refiero a eso. Me refiero a la posibilidad de quedar totalmente liberado del peso de las extrasístoles. Lo cual es aún mejor que el hecho de que desaparezcan. Si llegan a no importarnos en absoluto, si conseguimos sentir indiferencia con respecto a ellas, seremos libres del todo, porque no nos importunará ni siquiera el pensamiento de que puedan volver a aparecer. Y porque además, si hemos conseguido lograr semejante proeza con las extrasístoles, habremos aprendido la técnica para aplicarla a cualquier otro aspecto de nuestra existencia. Estaremos preparados para enfrentarnos a cualquier cosa que la vida nos ponga por delante. Aceptaremos nuestras cartas y jugaremos nuestra mejor partida, en vez de rebelarnos contra lo que no se puede cambiar, y siempre ha estado fuera de nuestro control.

Y como consecuencia, se abre la posibilidad infinita para todos nuestros deseos, para todos nuestros proyectos, y para que dediquemos toda nuestra energía física y mental a lo que realmente nos importa.

CAMBIAR DE OPINIÓN SOBRE LAS EXTRASÍSTOLES

El secreto no es otro. Al igual que reconocemos que existe sabiduría y madurez al modificar nuestra opinión con respecto a cualquier otro asunto, también podemos apreciar nuestra evolución personal al ser capaces de crear espacio en nuestra mente para otras hipótesis en lo que respecta a las extrasístoles.

Seguramente en el pasado había una persona a la que no podríamos soportar, y años después, nos hemos dado cuenta de que es alguien interesante, de quien podemos aprender y cuyas experiencias también pueden enriquecernos. Nos puede pasar con un deporte, con una comida, con una actividad, con cualquier aspecto de nuestra existencia sobre el que podamos emitir una opinión.

Podemos realizar el mismo proceso con las extrasístoles. Si ahora pensamos que es lo peor que nos podía tocar en la tómbola de la vida y que no vamos a ser capaces de vivir con ellas, no tenemos por qué descartar que en un momento dado, antes o después, nuestra opinión sobre ellas cambie, y terminemos creyendo que no tienen ninguna importancia, y que se puede vivir con ellas, como con cualquier otra molestia o sensación corporal.

¿Cómo queremos mostrarnos frente a las extrasístoles? ¿Necios y testarudos o sabios?

La elección es nuestra.

¿Tienes extrasístoles? Apúntate a mi lista de correo. Link en perfil.

Y CON LAS EXTRASÍSTOLES ME DI CUENTA

Llevábamos dos sesiones hablando de sus extrasístoles, y en la tercera, se dio cuenta de que las extrasístoles no eran el problema. Me contaba que de pronto, había entendido que antes de las extrasístoles había otro motivo de obsesión, preocupación y miedo, y estaba viendo asomar la cabeza y aproximarse el siguiente tema que iba a tomar el relevo a las temidas extrasístoles (por cierto, no tan temidas ya, no me volvió a hablar de ellas).

Con esta revelación, llegaron nuevas emociones que procesar, por supuesto. Poco a poco vamos quitando capas, vamos tirando del hilo y llegando a donde tenemos que llegar para conocernos mejor a nosotros mismos, para aprender lo que hemos venido a aprender y para convertirnos en personas un poco más sabias.

No es casualidad que estés leyendo estas líneas. Si tienes extrasístoles, apúntate a mi lista de correo.

PENSAMIENTOS DESCONTROLADOS SOBRE LAS EXTRASÍSTOLES

En lo que respecta a las extrasístoles, la mayoría de las veces nos creemos todo lo que nuestro cerebro nos ofrece. Cualquier cosa que se nos pasa por la cabeza. No aplicamos el más mínimo filtro a esas frases que nos proporciona nuestra mente a modo de vocecilla (¿sabia?) interior.

Para otras cuestiones, seguramente somos más racionales. Probablemente en cualquier otra situación, somos capaces de reconocer nuestras ideas fantasiosas y en general, sabemos distinguir la realidad de la ciencia ficción. Sin embargo, es comenzar a sentir extrasístoles, y nos convertimos en seres puramente viscerales sin capacidad alguna de raciocinio.

De pronto, todo es verdad:

  • Esta extrasístole tan fuerte que he sentido tiene que haber dañado mi corazón
  • Seguro que en una de éstas, me quedo en el sitio
  • Si mi corazón hace cosas tan raras, es porque funciona mal
  • Soy un enfermo y los médicos no son conscientes
  • Esta crisis de extrasístoles no va a remitir nunca y voy a pasarme en éstas el resto de mis días, que por cierto, no serán muchos más
  • Debería ir pensando en despedirme de los míos y en hacer testamento

¿Y si como en otras ocasiones, cuestionáramos la veracidad de esos pensamientos? ¿Y si nos comprometiéramos a supervisarlos, tomando un poco de distancia? ¿Seguiríamos pensando que vamos a ser la primera persona a la que una extrasístole mata? ¿Creeríamos que toda la comunidad médica se equivoca cuando nos dice que las extrasístoles no van a modificar ni dañar los corazones de tantos pacientes? ¿Realmente es hacer testamento y pensar en nuestras últimas voluntades lo más interesante que se nos ocurre hacer ahora mismo?

Pensamientos, son sólo pensamientos. Decenas de miles al día van a pasar por nuestras cabezas. Vamos a dejarlos ser lo que son, pensamientos, no verdades absolutas. No tenemos que creérnoslos, simplemente observarlos, reconocer los que nos sirvan para conservarlos, y el resto, dejarlos marchar.

LAS EXTRASÍSTOLES ME HARÁN PERDER EL CONTROL

-Me da miedo perder el control-. Esto es lo que muchos decimos cuando nos preguntan por qué son las extrasístoles un problema para nosotros.

¿Y qué es exactamente -perder el control-? ¿Qué nos imaginamos que va a pasar cuando esto ocurra? En general, visualizamos dos escenarios.

En el primero, nos da un ataque de ansiedad. Tenemos taquicardia, muchas extrasístoles de todos los tipos, acopladas, en racha, no podemos respirar, fibrilamos, y finalmente, nuestras peores presagios se cumplen, y el ataque de ansiedad, nos mata (no hemos escuchado nunca que un ataque de ansiedad o de pánico, haya terminado con la vida de nadie, pero aún así, estamos convencidos de que esto es posible).

En el segundo, -perdemos el control- y montamos el numerito. Damos un espectáculo, y -avergonzamos- a los que nos rodean, y a nuestros allegados presentes en esos momentos. Pero, recordemos que no es posible que nosotros creemos emociones en las demás personas. Las emociones de los demás, dependen sólo de sus pensamientos. Si sienten vergüenza, será porque están pensando algo que les hace sentir vergüenza. Queremos controlar lo que los otros sienten, y eso es imposible. Podemos actuar de manera, a nuestro entender, impoluta, y aún así, la otra persona puede tener un pensamiento que le provoque vergüenza. Y a la inversa. Podemos hacer algo que nosotros consideremos totalmente fuera de lugar, y la otra persona no sentir vergüenza en absoluto, porque piense que es algo normal, o incluso una situación merecedora de toda la empatía o compasión. No tiene sentido pretender controlar las emociones de la gente; es sencillamente, algo que queda fuera de nuestro alcance.

Y en cualquiera de los dos supuestos, ¿por qué seguimos pensando que hay algo problemático en sentir una emoción? Tanto si es por nuestra parte, en relación al potencial ataque de ansiedad que queremos evitar, o por parte del resto de la humanidad (en este caso, que las personas de nuestro alrededor se sientan incómodas o avergonzadas).

Sentir emociones es algo natural y sano. Es parte de la experiencia humana, hemos venido a eso. Es nuestra forma de interpretar el mundo. Y no, ni una tristeza profunda ni un miedo intenso, va a matarnos. Nuestros cuerpos están preparados para sentir emociones. No son más que vibraciones que notamos en nuestro interior, a las que intentamos no prestar atención, porque de alguna manera, pensamos que hay algo malo en todo esto. Normal, porque hemos crecido escuchando: no estés triste, no tengas miedo.

La próxima vez que pensemos que vamos a perder el control, quizás podamos recordarnos a nosotros mismos que el control sobre los demás, nunca lo hemos tenido. A lo sumo, hemos podido tener un espejismo de control.

Y el control sobre nuestras emociones y pensamientos, lo tenemos siempre. Y además, lo tenemos sólo nosotros; nadie más lo tiene.

IMPULSO Y RAZÓN CONTRA LAS EXTRASÍSTOLES

Cuando te propones algo de verdad, es necesario impulso y razón. Corazón y cabeza. Sensibilidad y sentido.

No es suficiente con el impulso. Hoy has tenido extrasístoles, estás asustado, y sientes la urgencia de ponerle solución. Te lanzas a ello. Reservas una mini sesión de coaching de prueba conmigo. Sin embargo, el impulso dura lo que dura, y dentro de un par de días, ha desparecido. Cuando llega el día de la mini sesión, estás más relajado, quizás has tenido menos extrasístoles, y te da pereza asistir. Así que lo dejas pasar y no te presentas.

Tampoco es suficiente con razonar. Has llegado a la conclusión lógica de que tienes que enfrentarte a tus extrasístoles, pero no sientes ninguna pasión al respecto. Estás frío. Sabes que es algo que tienes que hacer, pero no mueves un dedo. O lo mueves, pero gracias a aplicar fuerza de voluntad, que es una fuente limitada y antes o después, se agota. No es sostenible o lo que es lo mismo, es una mala solución provisional. Falta emoción. La emoción es lo que mueve el mundo.

Sólo la combinación de ambas cosas, impulso y razón, te hará llegar a donde quieres llegar. El impulso te hará actuar, y la razón te hará mantenerte en tu decisión cuando te falte el impulso. El impulso te hará dar los pasos necesarios, concertar la mini sesión, y solicitar información sobre al programa de coaching de grupo. Y la razón te mantendrá fuerte cuando unos días después, se requiera esfuerzo para apuntarte, asistir a las sesiones y trabajar cuando no te apetezca y sea más fácil quedarte en el sofá viendo Netflix.

Por eso no tengo prisa en que os decidais. Quiero trabajar con los que estéis convencidos, con los que estéis dispuestos a combinar impulso y razón contra las extrasístoles. Los impulsos desesperados que nacen de la urgencia no se sostienen en el tiempo. Tienen que ir acompañados de un compromiso que surja de una decisión razonada.

Aquí os espero.

PALABRAS PARA HABLAR DE EXTRASÍSTOLES

Parece que no tiene importancia, pero sí que la tiene, y mucha. La manera en la que formulamos los mensajes que nos dirigimos a nostros mismo y a los demás. Esas palabras que elegimos tienen un impacto grande en nosotros.

Si hablamos de las extrasístoles utilizando términos que son todo menos neutros, crearemos una gran carga emocional que echarnos a las espaldas. Sin embargo, si aprendemos y elegimos referirnos a ellas de una forma más aséptica, conseguiremos crear una experiencia para nosotros más próxima a la indiferencia. Probablemente nos cueste menos llegar a perder el interés por ellas y lo que suponen.

El primer paso es detectar y reconocer cuándo estamos hablando de las extrasístoles con poca consideración hacia nuestros intereses (quizás estemos diciendo: no tengo vida cuando las siento, esto es lo peor que me puede pasar, no consigo imaginarme una desgracia más grande, es imposible vivir con ellas, menudo problema más terrible, mi corazón está enfermo y no funciona, etc.).

¿Cómo es tu discurso sobre las extrasístoles?

Apúntate a mi lista de correo.

EXTRASÍSTOLES Y SENSIBILIDAD

Personas cuyos pensamientos dan lugar a emociones muy intensas: no todos tienen extrasístoles; a la inversa sí es cierto.

Muchas veces las extrasístoles están relacionadas con una causa orgánica, y simplemente ocurren, estemos anímicamente como estemos. Pero la mayoría de los que convivimos con ellas coincidimos en que, sobre todo, aparecen cuando estamos experimentando determinadas emociones con mucha intensidad.

Y si preguntamos, nos damos cuenta de que, en general, nos consideramos personas muy sensibles, a las que nos afecta el sufrimiento ajeno. Nos emocionamos fácilmente y con frecuencia nos encontramos preocupados, ansiosos y queriendo resolver las injusticias y problemas del mundo y de los que nos rodean. Podemos percibir las emociones con una fuerza tal, que no es extraño que pensemos que éstas pueden llegar a matarnos (¡ojo, que sólo es un pensamiento!).

Como mecanismo de protección, hemos aprendido a mostrarnos en nuestro día a día, con cierta frialdad. Por eso, se nos puede percibir en ocasiones como insensibles, aunque si hay alguien que nos conoce en profundidad, sabrá que no es más que una coraza que por defecto hemos aprendido a colocarnos en un mundo en el que mostrar emociones incomoda o es interpretado como un rasgo de debilidad.

¿Tienes extrasístoles? Apúntate a mi lista de correo y te explico cómo puedo ayudarte.