PALABRAS PARA HABLAR DE EXTRASÍSTOLES

Parece que no tiene importancia, pero sí que la tiene, y mucha. La manera en la que formulamos los mensajes que nos dirigimos a nostros mismo y a los demás. Esas palabras que elegimos tienen un impacto grande en nosotros.

Si hablamos de las extrasístoles utilizando términos que son todo menos neutros, crearemos una gran carga emocional que echarnos a las espaldas. Sin embargo, si aprendemos y elegimos referirnos a ellas de una forma más aséptica, conseguiremos crear una experiencia para nosotros más próxima a la indiferencia. Probablemente nos cueste menos llegar a perder el interés por ellas y lo que suponen.

El primer paso es detectar y reconocer cuándo estamos hablando de las extrasístoles con poca consideración hacia nuestros intereses (quizás estemos diciendo: no tengo vida cuando las siento, esto es lo peor que me puede pasar, no consigo imaginarme una desgracia más grande, es imposible vivir con ellas, menudo problema más terrible, mi corazón está enfermo y no funciona, etc.).

¿Cómo es tu discurso sobre las extrasístoles?

Apúntate a mi lista de correo.

EXTRASÍSTOLES Y SENSIBILIDAD

Personas cuyos pensamientos dan lugar a emociones muy intensas: no todos tienen extrasístoles; a la inversa sí es cierto.

Muchas veces las extrasístoles están relacionadas con una causa orgánica, y simplemente ocurren, estemos anímicamente como estemos. Pero la mayoría de los que convivimos con ellas coincidimos en que, sobre todo, aparecen cuando estamos experimentando determinadas emociones con mucha intensidad.

Y si preguntamos, nos damos cuenta de que, en general, nos consideramos personas muy sensibles, a las que nos afecta el sufrimiento ajeno. Nos emocionamos fácilmente y con frecuencia nos encontramos preocupados, ansiosos y queriendo resolver las injusticias y problemas del mundo y de los que nos rodean. Podemos percibir las emociones con una fuerza tal, que no es extraño que pensemos que éstas pueden llegar a matarnos (¡ojo, que sólo es un pensamiento!).

Como mecanismo de protección, hemos aprendido a mostrarnos en nuestro día a día, con cierta frialdad. Por eso, se nos puede percibir en ocasiones como insensibles, aunque si hay alguien que nos conoce en profundidad, sabrá que no es más que una coraza que por defecto hemos aprendido a colocarnos en un mundo en el que mostrar emociones incomoda o es interpretado como un rasgo de debilidad.

¿Tienes extrasístoles? Apúntate a mi lista de correo y te explico cómo puedo ayudarte.

HABLAR DE EXTRASÍSTOLES

No sé qué explicación científica puede existir tras estas palabras (también me ha venido a la mente el dicho popular -perro ladrador, poco mordedor-), pero sí que parece claro que hablar de lo que pensamos y sentimos, es sano, nos ayuda a conectar con nosotros mismos y con los demás.

En ocasiones, hemos elegido no hablar del tema con gente que no las tiene, porque pensamos que no nos entienden, nos sentimos incomprendidos ante determinados comentarios o ante los intentos ajenos de quitar importancia al asunto, o de relativizarlo.

También agradecemos encontrar otras personas que las sufren y que han pasado por una experiencia similar a la que nos ocupa. Tomamos como referencia los resultados positivos, generamos esperanza, y también parece que nos sentimos menos mal al ver que no somos los únicos que sufrimos por nuestros latidos extra.

En mi opinión, es bueno hablar de ellas. Hasta que nos aburramos. Porque ese momento llega. Y cuando esto ocurre, el problema ya no existe.

¿Tienes extrasístoles? Reserva una mini sesión de coaching de prueba conmigo y te explico cómo puedo ayudarte.

PUEDES CON LAS EXTRASÍSTOLES

Llega un momento en el que piensas que no puedes continuar con la carga que te suponen las extrasístoles. No tienes fuerzas. La situación te parece muy dura, y el hecho de que se alargue en el tiempo ha ido haciendo mella en ti. Es un desgaste progresivo que acaba llevándote mental y físicamente al agotamiento. No te apetece hacer nada, y sólo querrías dormir. Si es que puedes dormir.

Lo sé, he estado ahí.

Pero podemos continuar, claro que podemos. Quizás la mejoría se encuentre justo a la vuelta de la esquina. Si echamos la vista atrás, hemos toreado en peores plazas, seguro que sí. Y de alguna manera, hemos sobrevivido, y hemos salido adelante. Somos más resistentes de lo que nos creemos, y de lo que nos contamos a nostros mismos.

Es posible cambiar la historia. En el pasado seguramente lo hemos hecho sin darnos cuenta, con otros problemas. Ahora podemos hacer lo mismo, pero de manera consciente, intencionada, porque contamos con más información. Sabemos que los pensamientos crean nuestras emociones, y sabemos que podemos elegir lo que pensamos. Podemos empezar a contarnos la historia de otra manera, y el cuento podría iniciarse diciendo algo así:

– Quizás hoy por hoy, no sé cómo voy a resolver este asunto, pero lo que sí que sé es que lo haré. No tengo duda de que voy a estar mejor, y desde luego, tengo claro que puedo con esto y con mucho más. –

Si es tu caso, reserva una mini sesión de coaching de prueba conmigo y te cuento cómo puedo ayudarte.

RESISTIR LA ANSIEDAD Y ACABAR CON EXTRASÍSTOLES

Por ejemplo, nos ocurre a menudo con la ansiedad.

En vez de permitirnos sentirla, hacemos todo lo posible por evitarla, y de esta forma se nos dispara y se eleva a la enésima potencia.

Por supuesto, en esos momentos, tenemos todas las papeletas para que nuestras amigas las extrasístoles se presenten de nuevo, o incluso hagan una aparición estelar de las que nos encantan.

¿Y qué hay que hacer entonces?

No hay que hacer nada, sólo sentirla. Identificarla físicamente en nuestro cuerpo, buscar dónde sentimos esa vibración exactamente, y concentrarnos en ella. Poner ahí toda nuestra atención, y describirla, a la vez que observamos cómo evoluciona y se disipa. SE DISIPA. No se mantiene en ese bucle que va haciéndose cada vez más grande y que tan bien conocemos ya.

Si necesitas ayuda con tus extrasístoles, reserva una mini sesión de coaching de prueba conmigo y hablamos.

¿SERÁ ESTA EXTRASÍSTOLE MI ÚLTIMO LATIDO?

Puede que esto no sea igual para todos, pero creo que no me equivoco cuando digo que creo que no soy la única a la que las extrasístoles le han hecho reflexionar sobre la muerte.

Todo empezó así. Yo estaba agotada, trabajando, con dos niños menores de 3 años, y sin esperarlo, murió el primero de mis cuatro abuelos. Me diagnosticaron un citomegalovirus, nada grave, pero era esperable que tuviera un cansancio intenso y cuerpo de gripe durante todavía, un mes más. Además de sentir una inmensa tristeza (sí, es ley de vida, y debería estar agradecida por haber podido disfrutar de ellos tanto tiempo, pero racionalizar todo esto no quita el dolor) por la pérdida de mi abuelo, empecé a plantearme por primera vez la realidad de la muerte, que puede estar para todos a la vuelta de la esquina. ¿Qué habrá realmente después? ¿Será como me han contado? ¿Y si sólo hay oscuridad? ¿Sufriré en el proceso? ¿Y qué pasará con mis hijos si me llega el momento de partir, cuando todavía me necesitan?

Esperando los resultados de una analítica en el hospital, me tomé en la cafetería un café, y ahí comenzó mi primera fiesta de extrasístoles, todo en este contexto mental que acabo de describir. Y por supuesto, me sentí más cerca de la muerte que nunca, cada extrasístole me recordaba que el cualquier momento un corazón puede pararse, y no arrancar nunca más. Cada extrasístole me parecía ese último latido.

Pasé unos meses oscuros. Uno años, quizás. Un duelo mal hecho, sin permitir las emociones, sin saber nada de ellas, mucha ansiedad, muchas extrasístoles, y muchos pensamientos por defecto y descontrolados.

Pero ahora estoy agradecida, por todo lo que he aprendido, y por todo este proceso que me ha acercado a la vida. Ahora sé que los pensamientos crean nuestras emociones, que los pensamientos se pueden elegir, y que también podemos sentir las emociones. He aprendido a entender las emociones como parte de la naturaleza humana, y he comprendido que siempre habrá momentos agradables y otros desagradables, sin que trasitar por estos últimos suponga que algo va mal.

Aceptar que la muerte está ahí, y que también puedo elegir cómo quiero pensar sobre ella, me ha parecido algo liberador. No sólo he llegado a creer que las extrasístoles no me van a matar, sino que también pienso que la muerte no tiene por qué ser una experiencia aterradora. Quizás sea una transición más, como otra cualquiera de la vida. Quizás pueda llegar a sentir paz, pensando que vendrá justo cuando tenga que llegar, en el momento perfecto. No sé si será así o no, pero pensar de esta manera me permite vivir con calma y con confianza los días presentes. Ya me di cuenta de que los pensamientos que tenía por defecto, sólo me generaban angustia en el presente, y me hacían vivir una especie de muerte permanente en vida.

¿Tienes extrasístoles? Reserva una mini sesión de coaching de prueba conmigo y te explico cómo puedo ayudarte.

LOS AÑOS DE LUCHA CONTRA LA EXTRASÍSTOLES

A veces, la vida nos parece agotadora. Llevamos años lidiando con determinadas historias, que no conseguimos sacar de nuestra cabeza. Las extrasístoles, por ejemplo, sí.

Y hay momentos en los que pensamos que hemos llegado al límite, que no queremos continuar. Cada segundo de nuestra existencia se nos hace cuesta arriba, y daríamos algo por no tener que volver a sentir nunca ese golpe en el pecho. Cambiaríamos esto por cualquier otro problema, porque cualquier cosa nos parece más llevadera que lo que nos ha tocado en la tómbola de la vida.

Y es difícil creer que cuando hayamos salido del hoyo en el que nos encontramos, podamos llegar a echar de menos toda esta etapa tan agustiosa. Sin embargo, si echamos la vista atrás, seguro que somos capaces de rememorar otras grandes luchas a las que hemos sobrevivido a lo largo de los años. Seguro que si cerramos los ojos, podemos evocar olores de otros tiempos, y podemos sentir en el pecho esa emoción que es sólo nuestra, y distinta a cualquier otra, que asociamos a aquellos días en los que nuestros suspiros tenían una temática distinta, pero a fin de cuentas, seguían siendo suspiros.

Quizás esta etapa esté siendo la más dura, o vaya a ser la más dura, sí. O no. No lo sé. A lo mejor la vida nos ha traído la extrasistolia como entrenamiento para lo que nos espera más adelante. Quién sabe. Pero, lo cierto es que siempre tendremos algo entre manos que acaparará nuestra atención en mayor medida. Siempre habrá un anhelo como protagonista de nuestros días, y cuando pase el tiempo, nos quedará ese recuerdo dulce, que siempre permanece, hasta de las etapas en las que nos hemos creído en el mismísimo infierno.

Tal vez nos ayude pensar que algún día, también sobre las extrasístoles, tendremos perspectiva. Y cerraremos los ojos para evocar todo lo que sentimos ahora. Cuando todo esto ya no sea más que una anécdota de batallas pasadas.

Reserva una mini sesión de coaching de prueba y te cuento cómo puedo ayudarte con tus extrasístoles.

LAS EXTRASÍSTOLES COMO PRECIO A PAGAR POR TU -GENEROSIDAD-

Tengo la teoría de que los que tenemos extrasístoles, que en el fondo es lo mismo que decir -los que hemos sido dotados con un corazón hipersensible y reactivo-, además de compartir una tendencia a la hipocondría y a la ansiedad, también tenemos en común la destructiva costumbre de querer agradar a los demás por encima de todo.

Esto, a priori, no tiene por qué ser un problema. De hecho, socialmente está bien visto, y calificamos de -generosas- a las personas que nos hacen favores, nos dedican su tiempo y su energía, o acceden a nuestros deseos y peticiones. Y consecuentemente, hacer lo contrario, en este model social nuestro, implica ser egoísta. Esto es lo que hemos aprendido, y en estos términos nos movemos y funcionamos.

Pero, es que no es todo tan sencillo como hacer o no hacer lo que se espera de nosotros. Es que tenemos que preguntarnos qué esperamos nosotros de nosotros mismos y si realmente queremos hacer lo que estamos haciendo. Ese favor, ese tiempo dedicado a lo que sea, la asistencia a ese evento, o el acceder a los deseos de esa otra persona, puede ser el origen del conflicto y de la emoción que está desencadenando nuestra extrasistolia.

¿Qué precio estamos pagando por ser agradables, complacientes, y -generosos-?

¿Por qué no somos generosos con nosotros mismos, por una vez?

¿Por qué no somos, al menos honestos, como para atrevernos a reconocer nuestra verdad sobre lo que nos gusta o no nos gusta y sobre lo que queremos o no queremos hacer?

¿No estaría bien probar a honrar nuestros deseos reales y darnos la oportunidad de ver qué ocurre después? ¿Y si estamos más tranquilos? ¿Y si nuestro corazón deja de estar tan reactivo a todo? ¿Y si era eso lo que nos quería decir nuestro cuerpo, a través de las extrasístoles, como somatización?

Si necesitas ayuda con tus extrasístoles, reserva una mini sesión de coaching de prueba conmigo y hablamos.

EL RESUMEN IDEAL DE MI AVENTURA CON LAS EXTRASÍSTOLES

No nos lo esperábamos. Como siempre, la vida nos sorprende.

Y es que algunas veces será necesario que pongamos todo nuestro esfuerzo en trabajar asuntos que se nos antojaban hasta ahora banales, evidentes o sencillos.

  • ¿Yo, aquí, y con este marrón? ¡¡¡Noooo, no me veréis ahí!!!

¿Para qué habremos dicho nada? ¿No querías sopa? Pues toma dos tazas.

Y es que quizás sea nuestra gran lucha contra nosotros mismos, y de la que más aprendamos. La que nos haga convertirnos en alguien mejor, en esa versión de nosotros algo más sabia y experimentada. ¿Para qué hemos venido al mundo si no?

¿Crees que éste podría ser un resumen de la que será tu historia con las extrasístoles?

¿Tienes extrasístoles? Apúntate a mi lista de correo.

LA VERDAD SIMPLE DE LAS EXTRASÍSTOLES

Llegamos a la consulta del cardiólogo describiéndole con pelos y señales todos nuestros episodios de extrasistolia. Le contamos todo lo que ocurría a nuestro alrededor en esos momentos. Nos habríamos quedado en la consulta todo el día hablando sin parar, porque estamos seguros de que hay algo importante que nos estamos dejando en nuestro relato. Algo que le dé una pista al cardiólogo para que detecte esa enfermedad tan grave que tenemos, pero que no parece dar la cara.

Sin embargo, el cardiólogo nos dice que no nos pasa nada, que las extrasístoles que experimentamos son un cuadro totalmente benigno en nuestro caso. No nos lo creemos, por supuesto.

Entonces seguimos por nuestra cuenta buscando causas raras e investigando sobre enfermedades poco frecuentes. Hasta nos llegamos a convencer de que formamos parte de esa pequeñísima minoría, y de que hemos dado con el origen de nuestra extrasistolia, por no aceptar esa verdad tan simple que nos ha ofrecido el médico:

ESTAMOS BIEN Y PODEMOS HACER VIDA NORMAL.

¿O no?

¿Tienes extrasístoles? Apúntate a mi lista de correo.