Por ejemplo, nos ocurre a menudo con la ansiedad.
En vez de permitirnos sentirla, hacemos todo lo posible por evitarla, y de esta forma se nos dispara y se eleva a la enésima potencia.
Por supuesto, en esos momentos, tenemos todas las papeletas para que nuestras amigas las extrasístoles se presenten de nuevo, o incluso hagan una aparición estelar de las que nos encantan.
¿Y qué hay que hacer entonces?
No hay que hacer nada, sólo sentirla. Identificarla físicamente en nuestro cuerpo, buscar dónde sentimos esa vibración exactamente, y concentrarnos en ella. Poner ahí toda nuestra atención, y describirla, a la vez que observamos cómo evoluciona y se disipa. SE DISIPA. No se mantiene en ese bucle que va haciéndose cada vez más grande y que tan bien conocemos ya.
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