Parece que no tiene importancia, pero sí que la tiene, y mucha. La manera en la que formulamos los mensajes que nos dirigimos a nostros mismo y a los demás. Esas palabras que elegimos tienen un impacto grande en nosotros.
Si hablamos de las extrasístoles utilizando términos que son todo menos neutros, crearemos una gran carga emocional que echarnos a las espaldas. Sin embargo, si aprendemos y elegimos referirnos a ellas de una forma más aséptica, conseguiremos crear una experiencia para nosotros más próxima a la indiferencia. Probablemente nos cueste menos llegar a perder el interés por ellas y lo que suponen.
El primer paso es detectar y reconocer cuándo estamos hablando de las extrasístoles con poca consideración hacia nuestros intereses (quizás estemos diciendo: no tengo vida cuando las siento, esto es lo peor que me puede pasar, no consigo imaginarme una desgracia más grande, es imposible vivir con ellas, menudo problema más terrible, mi corazón está enfermo y no funciona, etc.).
¿Cómo es tu discurso sobre las extrasístoles?
Apúntate a mi lista de correo.
