A veces, la vida nos parece agotadora. Llevamos años lidiando con determinadas historias, que no conseguimos sacar de nuestra cabeza. Las extrasístoles, por ejemplo, sí.
Y hay momentos en los que pensamos que hemos llegado al límite, que no queremos continuar. Cada segundo de nuestra existencia se nos hace cuesta arriba, y daríamos algo por no tener que volver a sentir nunca ese golpe en el pecho. Cambiaríamos esto por cualquier otro problema, porque cualquier cosa nos parece más llevadera que lo que nos ha tocado en la tómbola de la vida.
Y es difícil creer que cuando hayamos salido del hoyo en el que nos encontramos, podamos llegar a echar de menos toda esta etapa tan agustiosa. Sin embargo, si echamos la vista atrás, seguro que somos capaces de rememorar otras grandes luchas a las que hemos sobrevivido a lo largo de los años. Seguro que si cerramos los ojos, podemos evocar olores de otros tiempos, y podemos sentir en el pecho esa emoción que es sólo nuestra, y distinta a cualquier otra, que asociamos a aquellos días en los que nuestros suspiros tenían una temática distinta, pero a fin de cuentas, seguían siendo suspiros.
Quizás esta etapa esté siendo la más dura, o vaya a ser la más dura, sí. O no. No lo sé. A lo mejor la vida nos ha traído la extrasistolia como entrenamiento para lo que nos espera más adelante. Quién sabe. Pero, lo cierto es que siempre tendremos algo entre manos que acaparará nuestra atención en mayor medida. Siempre habrá un anhelo como protagonista de nuestros días, y cuando pase el tiempo, nos quedará ese recuerdo dulce, que siempre permanece, hasta de las etapas en las que nos hemos creído en el mismísimo infierno.
Tal vez nos ayude pensar que algún día, también sobre las extrasístoles, tendremos perspectiva. Y cerraremos los ojos para evocar todo lo que sentimos ahora. Cuando todo esto ya no sea más que una anécdota de batallas pasadas.
Reserva una mini sesión de coaching de prueba y te cuento cómo puedo ayudarte con tus extrasístoles.
