Me las imagino como pequeños impulsos eléctricos que a mis ojos se verían como un chispazo de luz que sale del corazón.
La luz para mí es vida. Es movimiento, es calor, es lo que representa todo lo bueno de la polaridad que al otro lado dejaría la oscuridad. Sin quitar importancia ni valor a la oscuridad, que también resulta necesaria para que busquemos soluciones y pongamos consciencia cuando nos movemos en el más absoluto caos.
Estoy segura de que para muchos de los que se transitan entre tinieblas buscando ayuda para el desasosiego ha aparecido en su vida cuando las extrasístoles entraron en escena, ellas serán esa chispa que consiga que finalmente nos encendamos por dentro y nos motivemos cada día, haciéndonos sentir profundamente conectados.
El espacio lo llenamos cada uno de nosotros, y quizás nuestra luz ya no se reparta de la misma manera. Las extrasístoles son una llamada a dirigir la mirada a nuestros corazones, a sentir dentro de ellos, y a fluir.
Ser y estar. Vivir en coherencia. Buscar nuestra paz y dar paz a los demás.
Las extrasístoles pueden darnos la llave que nos ayude abrir el corazón y los brazos a todo lo bueno que aún queda por venir.










