No actuamos por culpa de un pensamiento de nuestra mente.
¿Así de sencillo?
Sí.
La razón por la que hacemos o no hacemos algo tiene su base en una emoción que queremos sentir.
Creemos que es por el trabajo que nos llevaría, o por el tiempo que tendríamos que dedicar. Pero nunca lo es. Es por un pensamiento que estamos teniendo.
Ese pensamiento nos impulsa o nos paraliza a través de la emoción que nos genera.
Si no estamos haciendo nada, es por nuestro pensamiento actual. Quizás queramos encontrarlo. Identificar la emoción que nos causa.
Nuestro sentir lo determinamos nosotros, con lo que elegimos pensar.
Entonces, ¿cómo lo hacemos? Cambiando lo que pensamos.
Pero, ¿cómo?
No tan deprisa. Primero tenemos que darnos cuenta del punto en el que estamos. Prestar atención a lo que pensamos.
Después de haber conseguido una instantánea de lo que hay en nuestra mente, podemos preguntarnos cómo queremos sentirnos una vez que hayamos conseguido lo que deseamos.
Esa emoción, justo ahí, la que aparece cuando pensamos en ese algo.
Está a nuestra disposición ahora mismo. Es lo que necesitamos para empezar a actuar.
Decide qué emoción precisas para comenzar a trabajar en tus sueños. Encuentra el pensamiento que la crea.
La actuación por tu parte entonces queda garantizada.
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PENSANDO CON INTENCIÓN 