Cuando no nos permitimos sentir nuestras emociones (podéis ver el post anterior -Cómo sentir nuestras emociones-), hacemos una de estas tres cosas:
– La primera, es resistir la emoción. Nos cerramos ante ella, rechazamos su existencia, no queremos que exista. Puede que compliquemos la situación y entremos en una espiral visiosa de pensamientos y emociones, como por ejemplo, cuando tenemos miedo al miedo, o cuando lo que nos provoca ansiedad, es sentir la propia ansiedad.
– La segunda, es reaccionar ante la emoción. Cuando por ejemplo, sentimos enfado, y gritamos, o respondemos a nuestro interlocutor (al que culpamos de nuestra emoción) sin apenas pensar, y después nos arrepentimos de lo que hemos dicho o hecho.
– La tercera, es evitar la emoción. Nos distraemos con algún comportamiento que nos hace sentir mejor. Nuestro cerebro busca aquello que para cada uno de nosotros genera la producción de dopamina. En algunas ocasiones, podemos crear adicciones, o vernos enganchados a estos comportamientos, que pueden ser muy variados, desde beber alcohol o comer dulces, hasta apostar, hacer comprar por internet, o buscar aventuras fuera de nuestra relación (podéis ver el post anterior -¿Cuál es tu válvula de escape?-).
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