A veces nos cuesta identificar nuestros deseos, porque hemos perdido la pista a nuestros sueños.
Pensamos que nuestra vida está bien, y que no deberíamos desear nada más. No nos lo permitimos.
¿Nos hemos planteado alguna vez que podemos querer cosas, sin tener que justificarnos? Podríamos decirnos:
– No quiero explicar mi vida a nadie. Que mi vida sea la explicación.
Cuando tenemos un deseo que significa algo para nosotros, no se desvanece. Nos persigue.
Podemos darnos a la bebida o matarnos a hacer ejercicio, y esconder el deseo, pero siempre vuelve.
Si seguimos nuestro sueños, como si fuera un indicador del camino, viviremos la vida que nos corresponde, en alineación con nosotros mismos y en la que nos sentiremos más vivos. Y sería aplicable a deseos grandes y pequeños: la comida de un restaurante, las personas de las que nos queremos rodear, el lugar donde vivir, nuestra profesión o nuestra imagen.
No escuchar nuestros deseos puede convertirse en un problema. Cuando tenemos un deseo desatendido, abandonado, se manifiesta de formas que requieren distracción (como comer en exceso, o comprar compulsivamente; podéis recordar lo que comentamos en el post -¿Cuál es tu válvula de escape?-).
Nuestros deseos son sagrados. Prestamos atención a los de los demás, a los del mundo, pero no a nuestros deseos más profundos.
Si pensamos en lo que más queremos, lo primero que hará nuestro cerebro, es decirnos que no podemos hacerlo. Pero si hablamos de ello y lo visualizamos, cerebro y corazón se ponen a trabajar para hacerlo realidad. Nos envolvemos de una positividad que hace posible que fluyan ideas y soluciones.
El Universo nos da todo el deseo y toda la duda y nos pregunta:
– ¿Qué vas a hacer con ellas?
Al final del camino, nadie dice:
– Me arrepiento de haber perseguido mis sueños, de haber honrado mis deseos y de haber escuchado a mi corazón.
Viviremos una vida distinta si lo hacemos.
#sueños #deseos #ansiedad #extrasistoles #brookecastillo #saludmental #bienestar #emociones #pemsamientos #reflexiones #coaching
