Llegamos a la consulta del cardiólogo describiéndole con pelos y señales todos nuestros episodios de extrasistolia. Le contamos todo lo que ocurría a nuestro alrededor en esos momentos. Nos habríamos quedado en la consulta todo el día hablando sin parar, porque estamos seguros de que hay algo importante que nos estamos dejando en nuestro relato. Algo que le dé una pista al cardiólogo para que detecte esa enfermedad tan grave que tenemos, pero que no parece dar la cara.
Sin embargo, el cardiólogo nos dice que no nos pasa nada, que las extrasístoles que experimentamos son un cuadro totalmente benigno en nuestro caso. No nos lo creemos, por supuesto.
Entonces seguimos por nuestra cuenta buscando causas raras e investigando sobre enfermedades poco frecuentes. Hasta nos llegamos a convencer de que formamos parte de esa pequeñísima minoría, y de que hemos dado con el origen de nuestra extrasistolia, por no aceptar esa verdad tan simple que nos ha ofrecido el médico:
ESTAMOS BIEN Y PODEMOS HACER VIDA NORMAL.
¿O no?
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