Cuando estamos en una infancia emocional, no nos hacemos responsables de lo que sentimos.
Culpamos a todo, y a todos, de nuestras emociones, y resultados.
Pasamos a ser adultos emocionales cuando nos responsabilizamos de lo que sentimos en todo momento.
Esto no nos lo enseñan en el colegio.
Cuando somos niños, nos enseñan que podemos hacer que los demás se sientan de una determinada manera. Por eso nos cuesta empezar a repasar nuestros pensamientos, y darnos cuenta de que podemos elegir cómo queremos sentirnos, al margen de lo que la gente diga o haga.
Cuando estamos en una infancia emocional, perdemos nuestro poder y lo damos a los demás, esperando que satisfagan nuestras necesidades, cuando apenas pueden con las suyas propias.
Ser adultos emocionales supone responsabilizarnos de lo que sentimos, controlar nuestro pensamiento y no echar la culpa a los demás. Y aunque sabemos que las emociones de los demás no dependen de nosotros, sí que somos responsables de nuestro comportamiento y de cómo tratamos a la gente. Nosotros decidimos lo que queremos ser.
Merece la pena ocuparnos de nuestra mente y dejar de depender de los demás con respecto a cómo nos sentimos.
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PENSANDO CON INTENCIÓN 