De lo que he leído, se supone que las extrasístoles no las tienen, por lo general, los menores de veinte años, y sin embargo, cada vez más gente y más clientes me hablan de las extrasístoles, taquicardias, y visitas al cardiólogo de sus hijos. De la ansiedad de sus hijos, vaya. Y de la suya propia por este motivo, claro.
Como padres, perpetuamos la idea de que existe un problema por el hecho de que tengamos emociones negativas. ¡Bienvenidos al mundo del ser humano! Esto es la vida. Lo siento. Hay muchas cosas duras. ¡Y no pasa nada!
¿Por qué necesitamos evitar esta experiencia a nuestro hijo? ¿De qué lo estamos intentando proteger?
¿No podríamos simplemente decirle: CONFÍO EN TI? En vez de ir a hablar con el profesor de turno sobre ese conflicto que le ha surgido.
Tenemos una idea clara de cómo deberían irles las cosas a nuestros hijos. Y así no los ayudamos. Y es que los padres no queremos sentir miedo. Pero, ¡es que entonces no deberíamos haber tenido hijos! Es parte del trato. Somos responsables de nuestros hijos, y a la vez, no tenemos ningún tipo de control sobre ellos. Y nos resistimos aceptarlo.
La vida de nuestros hijos no es mérito nuestro. ¿Qué pretendemos, la medalla al padre o madre del año? Nuestro hijo no somos nosotros. Tiene que recorrer su propio camino. ¿Estamos viendo a nuestro hijo como una extensión de nosotros mismos?
Tenemos mucho que ofrecerles, sí. Nuestra sabiduría y nuestra experiencia para que les sirva de guía. Pero nuestro hijo también puede ser feliz con otras elecciones. No tenemos todas las respuestas. ¿Cómo imaginamos que debería ser la vida de nuestro hijo? Debemos recordar que estamos todos aquí para equivocarnos y para cometer errores.
Y sólo entonces, como padres, podremos descansar y tener paz.
¿Cómo podemos apoyar a nuestros hijos, y a la vez dejarlos que resuelvan sus problemas y tomen sus propias decisiones?
Si sentimos tensión, es que estamos intentando -arreglar- a nuestro hijo, porque pensamos que hay algo roto en él o en ella.
Lo ideal es que aceptemos a nuestros hijos en plenitud. Nunca será algo definitivo, como todo en la vida. Serán momentos de aceptación, preferiblemente en continuidad.
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PENSANDO CON INTENCIÓN 